sábado, 12 de marzo de 2011

GOTHIC

«Pasé el verano de 1816 en las inmediaciones de Ginebra. La temporada era fría y lluviosa,
y en las noches nos amuchábamos alrededor de una espléndida fogata y a veces nos 
entreteníamos leyendo una colección de cuentos alemanes que había caído en nuestras 
manos por azar. Estos cuentos despertaron en nosotros un lúcido deseo de imitación. 
Otros dos amigos (un relato de cualquiera de ellos sería mucho  más aceptable 
para el público de lo que yo pueda llegar a producir alguna vez) y yo acordamos 
escribir cada uno una historia fundada en algún acontecimiento sobrenatural.»
Percy Shelley

Según la leyenda, Frankenstein habría nacido de una orgía de imaginaciones exaltadas en la apartada y aristocrática mansión de Suiza donde se reunieron Byron, Polidori, Claire Clairmont, Percy y Mary Shelley. Es interesante ver la interpretación visual que hace Ken Russell del impulso creativo que culmina en la escritura de una obra literaria, algo tan difícil de llevar a la pantalla, y que, con frecuencia, no se logra, pero es interesante ver el intento.
Es el retrato de aquellos poetas en el paroxismo de su romanticismo, a punto de morir por los delirios y excesos, con un puntito muy setentero, por aquello del aperturismo de la percepción, el amor libre, etc. Shelley es el adicto al láudano que vive al extremo, débil a la par que emocionalmente arrebatado; su esposa es la más cuerda del grupo, pero carga con el lastre de haber perdido un hijo, hecho que la atormentará hasta la tumba; Claire es simplemente la ficha manipulada, y finalmente destruida por las circunstancias despertadas en medio de la tormenta; Polidori es una criatura sumamente repulsiva, su comparación con un cerdo no es gratuita, cuyas tendencias sexuales son padecidas con culpas religiosas; y Byron es, por supuesto, la encarnación del vampiro polidoriano, un dandy elegante pero que vive a costa de la manipulación de los demás, llevándolos a la destrucción por simple placer. Si bien nada de esto debe tomarse al pie de la letra, parece que cada una de esas características tenía espejo en sus referentes.
Si analizamos más allá del gran placer estético, por lo grotesco, que esta película depara (algunos cambiarían el título de Gothic por el de Erothic, vean pezones con ojos, armaduras fálicas, bailarinas mecánicas, yacer con un fauno, etc) podemos apreciar, además, una reflexión sobre el papel del creador como especie de dios, y el alto precio que se puede llegar a pagar por atreverse a crear y luego eludir la responsabilidad sobre su criatura. Esta elusión de responsabilidades, encarnada en la criatura nunca vista pero sí presente, es la que finalmente, según nos dice Russell, persiguió y la que acabó trágicamente con las vidas de los personajes de la película.

 (1986)

domingo, 6 de marzo de 2011

GRUPO SALVAJE

Abandonar a un compañero nos sitúa al nivel de los animales”, sentencia Pike, tras perder a varios de sus compinches en un atraco fallido, sacrificar a uno de sus jinetes malherido, y abandonar a otro en un banco sitiado. El lider trata de mantener unida a la banda, de darle consistencia ética, esto los situará por encima de las alimañas, lo que contrasta con su condición de delincuentes y asesinos. Peckinpah escoge el western, por ser un género que se desarrolla en grandes espacios abiertos y deshumanizados. Y lo emplea para hacer una gran travesía elidida, conduciéndonos de unos lugares habitados a otros. No es el escenario lo que Peckinpah nos quiere mostrar, sino las personas, que habitan en medio de esos desiertos. Y cómo la desesperación por la injusticia los empuja a montar sus caballerías, y a partir en busca de un nuevo orden, al otro lado de sus revolveres. Un alegato anti-imperialista.
Decía Howard Hawks que en lo que moría un pistolero en una película de Peckinpah él resolvía un tiroteo. El atraco al banco, la irrupción suicida en el corazón del ejército enemigo para rescatar a un compañero, se convierten, gracias al montaje, en un tiempo detenido en el ojo de la vorágine.

(1969)


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