Encarnación de las debilidades humanas, “Teniente corrupto” es el descenso a los infiernos de un personaje, sin posibilidades de redención. Un Harvey Keitel entregado: sus pujos y estados de frustración, dignos de los largos primeros planos, que Abel Ferrara le dedica. Dirección de arte y fotografía crean una ambientación decadente, con poca luz en interiores, apropiada para el relato. La cámara en mano añade tensión a los planos, y en el montaje se estiran los tiempos de éstos, alargando el sonido del fuera de campo. Ferrara juega con la iconografía religiosa y con los delirios del protagonista, para retratar su conflicto interno.
(1992)
cine ferrara
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