Película de tramas múltiples, al estilo de Robert Altman, pero sin tanto acierto. Manuel Martín Cuenca nos presenta a unos personajes en crisis, que pierden carácter, poco verosímiles, sus reacciones no se adecuan a sus condiciones, todos tienen una vida anterior, pero no son coherentes con ésta. Al espectador le da lo mismo que el cubano hubiera estado enrollado con la educadora social, cuando los dos personajes están juntos no hay la menor complicidad. Esta misma educadora social es lo más ingenuo que se pueda echar uno a la cara en su trabajo en una ONG. A una persona así, se le supone un bagaje mínimo, ¿cómo está tan descolocada con un hijo adolescente que no quiere salir de su cuarto? A este mismo adolescente le meten una joven y guapa canguro en casa y no tiene el más mínimo trato con ella. Las incongruencias humanas son ilimitadas, pero en el cine el director juega con sus propias reglas, si tenía pensado saltárselas, ¿por qué no creó otras reglas? Como anuncia su título, “Malas temporadas”, cuenta las miserias de un grupo humano que atraviesa una mala racha y, que, interiormente, están anclados en el pasado. Sólo cuando buscan y aceptan ayuda son capaces de seguir adelante. Idóneo el uso de la cámara al hombro en la calle y en aquellos espacios que no pertenecen a los protagonistas, subrayando así el conflicto externo, y la cámara fija en interiores, o con movimientos muy suaves, para lo contrario.
(2005)
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