No es de extrañar que, Santiago Lorenzo, tras esta comedia prefiera “dirigir” novelas, según se desprende de declaraciones suyas. Sólo le faltó añadir, como aquél ateo, en su mensaje pesimista: con Cimadevilla (productor) hemos topado. Seguramente, la cinta nace con la voluntad de reírse de los problemas, y así se nos presentan: la bancarrota, el robo que suponen las hipotecas, las dificultades de hallar una vivienda digna, el paro, estudiar unas oposiciones como única expectativa laboral, la soledad de nuestros mayores, las personas buenas, las malas, las manipuladoras, etc. Al final, cosa de quince minutos más tarde, tiene las fuerzas de un cuerpo vampirizado. Lo que resulta paradójico, pues, desde el punto de vista técnico, esta es la única película de Santiago Lorenzo sin taras. Nada que ver con aquellas: “Bru”, “manualidades” o “mamá es boba”, que adolecían en luces, montaje o audio, ni con su espíritu. Sólo se reconoce al director en el detalle de un cuadro que hace esquina, el cual representa un florero.
(2007)

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